Para mi Hija

 En tierras lejanas, donde el sol acaricia suavemente,

una Principessa espera, anhelo latente.

Partí del reino, un exilio impuesto,

mi corazón anida, por ella, inquieto.


Desde el día uno de mi partida, su nombre en mi suspiro,

una melodía distante, un dulce retiro.

En cada amanecer, en cada anochecer,

su ausencia es un eco que me hace estremecer.


La distancia, como un océano profundo,

separación que llena mi ser de segundo en segundo.

En el exilio, mi alma anhela su luz,

Principessa querida, mi única cruz.


En la penumbra, veo su figura brillar,

como estrella guía que me invita a regresar.

Mis días son cuentos incompletos,

sin la presencia de su risa, sin sus secretos.


Pero en el horizonte, un destello de esperanza,

la promesa de un reencuentro que avanza.

Pronto, Principessa, el exilio será pasado,

y en tus brazos, mi corazón reposado.


En cada carta, en cada verso que escribo,

te nombro, mi Principessa, en el exilio.

Como pájaros migratorios, mis pensamientos vuelan,

hacia el día en que tu amor, de nuevo, consuela.


Y cuando finalmente, en un abrazo nos fundamos,


en la tierra que nos vio nacer, renacemos.


La espera, el exilio, serán solo memorias,


y en tus ojos, hallaré todas mis historias.

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